Actividad 2

 

Los invito a leer un fragmento de la novela "La desconocida del Plata" de Paulina Movsichff. Novela que nos cuenta la historia de una mujer llamada Marina, hija de madre secuestrada y desaparecida durante la dictadura militar. Marina regresa a Argentina desde México, donde vivió diecisiete años, luego de la desaparición de su madre. El reencuentro con sus parientes y los lugares donde vivenció sus primeros años le permitirán reacomodar las partes de su perdida identidad.

"[...]Un  día me miré en el espejo y descubrí a mi madre. Nunca, desde que ella no estuvo más, me di cuenta de ello. Los mismos ojos celestes, el pelo color maíz, las pestañas casi blancas lo que le valiera allá,cuando era niña, el apodo de “ Doña Sol”. Me acordé entonces del cuento que me contara Madame Renard, la profesora de francés, sobre aquel alpinista que perdiera a su padre en un accidente de aviación, en los Alpes, precisamente. Esos mismos Alpes que él escalaba compulsivamente sin otro propósito que el desafío que aquello significaba, el gusto por la aventura, el ganarle al vértigo y a la muerte . Sin embargo, en el fondo de su conciencia, estaba él, perdido allí con todos los tripulantes del avión que los atravesaba rumbo a Francia cuando su hijo contaba tan solo con dos años. Y un día lo encontró. Caminaba por una meseta cubierta de nieve luego de ascender cinco mil metros y un bulto llamó su atención. Con sus manos calzadas por los gruesos guantes quitó la nieve que lo cubría y allí estaba ese hombre, idéntico a él, como si fuera su hermano gemelo, conservado  intacto por el frío gélido de esas altas cumbres. De la misma manera la encuentro hoy a ella, igual a mí pero un poco más joven. A ella que quedó también congelada en mi memoria como el padre del alpinista de la montaña. Entonces, cuando me miro en el espejo, no es ya para descubrir espinillas o puntos negros, o las primeras marcas que la edad va dejando en mi rostro. No. Es a ella a quien busco. Y sonrío, para ver si en mi sonrisa se dibuja la otra, aquella que mi memoria sepultó. Me digo entonces que esta vez no se trata de escalar sino de descender, descender hasta esas mazmorras donde quedó su imagen, aunque esto pareciera una metáfora pero no lo es. Porque a aquellas mazmorras materiales nunca podré acceder pero sí a las interiores, en donde aún espera, como una princesa cautiva.

No conservo fotos de ella. Con la abuela quedaron todos los recuerdos de la infancia y entre estos, creo, las fotos. Tal vez algún día, cuando por fin regrese, pueda mirar aquellos álbumes  que con tanto cuidado armó, los acontecimientos familiares meticulosamente agrupados por orden cronológico y con su correspondiente nota al pie. Florencia también se le parece. No me fue fácil responder a su curiosidad por la abuela materna, exacerbada tal vez por la distancia. En la escuela, la mayoría de las niñas tenían abuelas, iban a los actos con sus madres . Hasta había una nena argentina a la que su abuela visitaba de tanto en tanto y la encontrábamos en aquellos festejos escolares. Entonces Flor me preguntaba: “y la otra abuela, tu mamá, en dónde está? ¿Por qué  nunca escribe ni te viene a visitar ?” Lo de la otra abuela respondía  a que Clara, la madre de papá, venía todos los años a México para ver a su nieta. Tampoco papá venía nunca, parecía que para él mamá nunca hubiera existido. Vivía con Silvia, su nueva mujer, en una coqueta casa en San Isidro. Jamás envió ni una sola postal. Pero ese lazo íntimo que se teje entre la abuela  y sus nietos, sobre todo si ambas son mujeres, solo lo tuvo, en alguna medida, con su otra abuela. Cristián, más pequeño, nada me preguntaba del asunto.

Al acoso de Florencia yo respondía que mamá había muerto en un accidente de auto. Ni siquiera el hecho de falsear la verdad me conmovía. No sé como sostuvieron esta mentira en Argentina. Allá las cosas de una u otra manera se sabían y seguramente les costó mucho más que a mí fingir un duelo por alguien que decían muerto pero que en realidad no era así. Por alguien que, como dijo Videla por ese entonces de los desaparecidos, estaba y no estaba. 

Florencia aceptó mi explicación, o fingió aceptarla, porque los niños lo saben todo de nosotros sin que nos demos cuenta, sin que ellos mismos tengan conciencia de ello. ¿Me perdonará alguna vez esa mentira ? Por ahora  es una adolescente y cosas más urgentes la absorben que ocuparse de una abuela a quien nunca conoció. Creo que hasta yo misma me convencí de esa versión edulcorada  de los hechos. Solo ahora puedo darme cuenta de que, mientras la declaraba muerta , ella tal vez vivía y me nombraba. Y esa verdad pesa tanto que no sé cómo mis frágiles hombros podrán sostenerla. A veces me parece que ha quebrado mi vida. Porque yo sí la conocí, viví con ella hasta los diecisiete años. Entonces me doy cuenta de que no se puede huir de las falsedades y de las mentiras. Puede que por algún tiempo nos dejen tranquilos. Pero un día despiertas y ya no puedes vivir con esos demonios. Vampiros que nos persiguen hasta chuparnos la ultima gota de sangre, de las lágrimas que se pudrieron dentro del corazón como agua estancada. [...]"

 

Pregunta

¿De qué se trata el texto?

Respuestas

Un alpinista en busca de su padre.

El reencuentro de una mujer y el recuerdo de su madre como parte de su identidad.

Adolescencia e identidad.

Retroalimentación

Pregunta

¿Quién narra la historia?

Respuestas

Florencia.

Marina, la protagonista.

Paulina Movsichoff.

Retroalimentación

Pregunta

La protagonista recuerda la historia que le contó su profesora de francés ¿por qué se siente identificada con esa historia?

Respuestas

Porque ella encuentra, en su rostro, a su madre, reconoce un parecido entre ambas. 

Porque busca a su madre.

Porque desafía a la muerte.

Retroalimentación

 

"Porque a aquellas mazmorras materiales nunca podré acceder pero sí a las interiores, en donde aún espera, como una princesa cautiva."

¿Qué significado le da la protagonista a las mazmorras interiores?

Elige la opción correcta.

Habilitar JavaScript