Conclusión: ¿Hacia una nueva ruralidad?

Hoy por hoy se están replanteando las categorías de lo rural, buscando alternativas para definir un espacio y una actividad que son muy diferente de lo que se consideraba antes. El territorio es el mismo, tal ves ampliado en su magnitud por la incorporación constante de nuevas tierras para la producción, pero muy cambiado en sus relaciones económicas, sociales y culturales.

Los rasgos que antes se podían considerar específicamente rurales -como la pobreza, el hambre, los mortalidad infantil, la alta fecundidad, el analfabetismos, la violencia de género- aparecen multiplicados y magnificados en el medio urbano. Y los rasgos especialmente "urbanos" que antes se podían identificar reaparecen en el medio rural: producción en serie, insumos industriales, predominio del trabajo asalariado, reemplazo de mano de obra por tecnología, conexión con los mercados nacionales e internacionales, flexibilidad productiva (Teubal, 2001).

La definición de lo rural y lo urbano como contradictorios y antagónicos se basaba en la construcción de estereotipos que tal ves reflejaran situaciones pasadas, o que sólo existían para una mirada más preocupada por encontrar regularidades y tipologías que analizar heterogeneidades y sistemas abiertos y dinámicos.

De ésta manera, lo rural era considerado lo atrasado, lo estático, lo ineficiente, lo conservador y lo agrario; mientras que, por el contrario, lo urbano era lo moderno, dinámico, eficiente, progresista e industrial.

Uno de los objetivos de hablar de una nueva ruralidad es romper con éstos estereotipos. 

También habría que dejar de centrar lo rural en lo específicamente agrario y agregar en el análisis del medio rural las otras actividades que están creciendo, como la industria, servicios, turismo, conservación, segunda residencia urbana, residencia de la tercera edad, etcétera.

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